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sábado, 16 de octubre de 2010

El Americano (el bodrio del año)

No sólo me reafirmo en que el cine europeo da pena, sino que añado una nueva vertiente de ese principio: la participación europea en una película estadounidense es capaz de estropearlo hasta límites insospechados. Bueno ahora no sólo lo podemos sospechar, sino experimentarlo si queremos tirar a la basura 7’50 euros e ir a ver crecer el césped – perdón: a ver esta película.

¿Qué verá el incauto que lo haga? Un argumento y unas subtramas manidas y predecibles, propias de un principiante que se ha puesto  a dirigir sin haber visto nunca antes una película. ¿O es que no les suena a conocido un asesino al que sus jefes traicionan o un hombre que se enamora de una prostituta y la saca de la calle?

También verá hasta la saciedad tomas del coche del protagonista atravesando un imponente paisaje en el que el vehículo es un minúsculo objeto en movimiento, o, en contraste, la cara de George Clooney en primer plano, eso sí: sin expresividad alguna y sin saber a qué viene. O diálogos telegráficos absurdos e ininteligibles –quizás tienen sentido para quien leyó la novela— que no explican nada. O pequeños pueblos de la Italia rural en los que parece que no vive nadie, porque sólo utilizan sus calles el protagonista o los que le persiguen. O eternas escenas del protagonista sentado en un bar o una cafetería, esperando a alguien, o simplemente matando el tiempo. O mariposas aquí y allá, en un patético y fallido intento de usar una metáfora visual de algún elemento de la película que no alcanzo a imaginar.  O una detallada lección de cómo construir un rifle, paso a paso y con todo lujo de tediosos detalles. También verá muchas tetas, recurso fácil del cine falto de ideas y típico del cine latino: claro, las dos cosas suelen ir unidas.

Quizás podríamos calificar la película como “de misterio”. El de cómo pudo Clooney prestarse a semejante fiasco.

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