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sábado, 22 de enero de 2011

TRON Legacy

Nunca sentí especial atracción por el concepto de TRON ni por la película de 1982 y de hecho nunca la ví. Sin embargo acudí con grandes expectativas a ver TRON Legacy y resulta que he salido más que satisfecho. TRON Legacy es la evolución natural de una serie de películas que no se quedan en lo efectista, sino que, aun con grandes efectos y despliegue de medios de producción son capaces de ir más allá y abordar temas de calado relacionados con el lugar que ocupa el ser humano en un mundo en que la tecnología y la inteligencia artificial parecen desdibujar la frontera de lo que es humano y lo que no. Estoy pensando principalmente en Blade Runner y Matrix. Como lo hicieran estas dos creaciones cinematográficas en su momento, TRON Legacy toca cuestiones que dan tanto de sí como la de qué es lo que nos hace humanos, la búsqueda de la perfección, el papel de los sentimientos en el debate de la inteligencia artificial. En esta ocasión la vuelta de tuerca está en la posibilidad no ya de que programas informáticos y la proyección mental de los seres humanos convivan en un mundo virtual, como en Matrix, sino que se apunta a la posibilidad de que los seres humanos entren en carne y hueso en un mundo virtual y, lo que es más alarmante, que haya programas que surjan sin que nadie los haya escrito, con vida propia y que cualquier programa pueda hacer el camino inverso y acabe entrando en el mundo real como un ser humano más.

Al igual que aquellas, TRON Legacy es de las pocas películas que sí me gustaría volver a ver más de una vez. Evidentemente no estoy afirmando que el guión aborde esos temas de calado con la profundidad y la extensión de un documental o un tratado de filosofía, pero las preguntas están ahí, y quien quiera ver algo más que los espeluznantes mundos virtuales de precioso diseño o la magnífica banda sonora, tiene desde luego dónde elegir.

Lástima que he ido a verla cuando ya está saliendo de los cines, puesto que mi recomendación es que no hay que perdérsela.

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