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sábado, 18 de junio de 2011

Medianoche en París

Fui a ver Medianoche en París pensando ya de antemano que comenzaría este comentario mencionando mis bajas expectativas para otra película de Woody Allen, que ya llevaba varias producciones demostrando que “no es el que era”.

Iba preparado para o bien confirmar esa tendencia o, como mucho, afirmar que a pesar de las bajas expectativas –o precisamente debido a ellas, como ocurre tan frecuentemente— salí satisfecho.

Para lo que no estaba preparado era para certificar que Woody Allen ha vuelto… sin Woody Allen. Me explicaré: un ingrediente fundamental de las películas de Woody Allen que a todos nos aficionaron a su cine era él mismo, como actor, en uno de esos personajes que él escribía pensando en sí mismo y que interpretaba de modo tan característico, entre patoso e ingenioso, medio despistado y medio genial.

En Medianoche en París aparece de nuevo el típico personaje “woodyalleniano”, con la sorpresa de que es interpretado no por él, sino por quien espero sea su nuevo “alter ego” por muchas películas. Un magnífico, inesperado, genial e inigualable Owen Wilson, quien ya nos sorprendió en
“¿Cómo sabes si…?” y que ahora demuestra que aquel papel no fue una excepción respecto a su encasillamiento como actor de papeles en comedias absurdas, sino más bien el primer paso en una dirección acertada en su carrera, que, como decía, espero que le lleve a hacer de Woody Allen en más ocasiones.

También lo debió de ver así el doblador habitual de Owen Wilson, Luis Posada, que le puso una voz y un modo de hablar tan parecido al que habitualmente le pone Joan Pera al propio Woody Allen que hasta comprobarlo en sus fichas de
http://www.eldoblaje.com/ estaba más que convencido de que había sido éste último quien se hizo cargo del doblaje. Eso sí que es un trabajo bien hecho, que demuestra una vez más lo profesionales que son nuestros dobladores y lo bien que estudian a sus personajes. Soy muy aficionado a ver las películas en versión original, pero el doblaje en España es de una calidad tal que merece ser apoyado y mantenido como un valor en sí mismo.

Por lo demás la película es sencillamente genial, sorprendente y con una clara moraleja abordada con humor e ingenio, cómo no podía ser de otro modo. No quiero desvelar nada más sobre el contenido porque en ésta más que nunca, es importante ir sin saber nada, o lo menos posible, de la trama.

No puedo, sin embargo, omitir mencionar la breve pero antológica interpretación de Adrien Brody como Salvador Dalí. Tanto éste como los demás personajes, numerosos ellos, están extremadamente estudiados para que con unas breves pinceladas surrealistas queden magníficamente retratados.

Y hasta aquí puedo leer…

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